Preparativos

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Todo se vuelve un poco borroso en vísperas del viaje, aunque sea un viaje tan habitual que tiene en el otro extremo un cuarto de trabajo muy parecido a este. Hay que esforzarse por estar plenamente en el lugar donde uno está hasta el último momento, no dejarse llevar por la sensación de haberse ido ya antes de irse. Uno trabaja, sale a comprar algo, escribe un rato, se tumba a la siesta y no llega a dormirse, repite los gestos de todos los días, pero hay una punzada en el estómago, como un filo de vértigo en las cosas cotidianas, como ese escalón en el que se tropieza en el tránsito al sueño. Hemos tenido una cena íntima de despedida: Miguel, Patricia, Inma, Antonio, nosotros. Los abrazos son más estrechos y duran más en el adiós. Mañana a estas horas este cuarto estará deshabitado y yo seguiré volando todavía sobre el Atlántico norte, en esa tarde invariable que se prolonga mucho más allá de lo que indica el reloj. Y un poco más tarde estaré sentado en otro escritorio parecido a este, delante de este mismo portátil, con otra ciudad en la ventana, también la mía pero de otra manera, en otro invierno.